En el desencadenamiento o desarrollo de una adicción intervienen diversos factores que interaccionan entre sí y que en personas vulnerables conducen a perder el control del consumo, de forma que, si se consume una droga, esta dirige en mayor o menor grado su vida “llevándolo” progresivamente a conductas que le producen complicaciones en diferentes esferas.
Entre estos factores destacan los factores familiares, socioculturales y medioambientales.
Pero al igual que existen personas vulnerables en las que estos factores favorecen el desarrollo de una adicción, también existen otras muchas personas que, teniendo los mismos factores de riesgo, incluso en un alto grado, no terminan haciéndose dependientes.
Esto ocurre probablemente porque otros factores actúan durante su desarrollo protegiéndolas, bien al reducir la vulnerabilidad o bien contrarrestando o impidiendo que avancen hacia la adicción. Unas veces porque no llegan a iniciar el consumo y otras porque una vez han probado alguna droga, dejan de consumirlas tal vez por considerar sus riesgos o también por las repercusiones adversas que ellas le producen.
Entre los factores protectores podemos destacar, entre otros muchos a veces difíciles de concretar:
La existencia de un desarrollo infanto-juvenil en el contexto de una familia en la que:
- Se manifieste claramente el cariño.
- Exista una buena comunicación interpersonal y estén presentes las necesidades del niño y adolescente.
- En la que se comparta tiempo y ocio y se participe en los juegos de sus hijos.
- En la que se favorezca el sentimiento de apego y una educación basada en el respeto y la confianza.
- Existan límites claros y firmes.
- Se transmitan valores éticos y morales.
- Se fomente la educación en el esfuerzo y en la tolerancia a la frustración.
Todo ello favorecerá el desarrollo de la autoestima, la capacidad de asertividad, del control de los impulsos y resolución de problemas, conduciendo a los adolescentes comprometidos y responsables, a ser capaces de enfrentarse desde muy pronto a situaciones, en las que no es fácil ni sencillo decir no, pero en las que pueden sentirse empujados, por la presión de grupo y la necesidad de ser aceptados, a probar una droga, generalmente como un consumo experimental o recreativo.
Si, además:
- Existe un entorno ausente de drogas, tanto familiar como social y sobre todo de los amigos más cercanos.
- Hay un control familiar adecuado de sus estudios y de los amigos con los que se relaciona, con nula tolerancia a cualquier episodio de consumo de drogas.
- Si se favorecen políticas municipales que permitan ambientes ligados al deporte y a actividades recreativas y lúdicas en las que no exista tendencia al consumo de drogas, y si todo lo anterior se complementa con programas escolares de formación y educación para la salud.
Se conseguirá que los jóvenes presenten un desarrollo armónico y estructurado, estén informados y generalmente tengan metas y objetivos definidos a corto y medio plazo.
Metas que serán las que determinan unas conductas que, habitualmente, los alejaran de situaciones de peligro y los protegerán del riesgo de una adicción, no solo en la adolescencia y juventud, que es el periodo de máxima vulnerabilidad, sino también posteriormente, a lo largo de la vida, cuando surjan otros momentos de riesgo, momentos que se dan frecuentemente cuando se abandona la familia para estudiar o para vivir una vida autónoma o también al comenzar a trabajar, circunstancias en las que disponen de más dinero o mayor libertad.
También en otras coyunturas donde el riesgo de consumo puede aumentar: ruptura de pareja, graves problemas laborales y trastornos de salud o emocionales.
En definitiva, es la suma de familia, políticas municipales y programas de educación escolar lo que permite fundamentalmente la adquisición de los factores personales que protegerán a los jóvenes del consumo de drogas y conductas adictivas.
Dr. García Basterrechea
Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Murcia
Especialista en Medicina Interna por la Universidad de Murcia