El exceso de velocidad es uno de los principales factores de riesgo para que se produzca un accidente de circulación. De hecho, uno de cada cinco accidentes de tráfico con víctimas se relaciona directamente con el exceso de velocidad, la cual también es la máxima responsable de los atropellos en las vías urbanas, que es el lugar donde se producen el 82% de los accidentes mortales de peatones y ciclistas. Así, durante el año 2021, murieron en España 110 peatones y 31 ciclistas como consecuencia de estos siniestros urbanos, y muchos más, sufrieron lesiones graves permanentes.
Es frecuente que muchos conductores piensen que los límites de velocidad existentes en las vías urbanas son muy estrictos e incluso innecesarios, y bastantes de ellos consideran que no está justificado tener que conducir a 20 km/h en vías que dispongan de una sola plataforma para calzada y acera o, a 30 Km/h en aquellas vías con un solo carril por sentido de circulación, ni a 50 km/h en las de dos o más carriles en cada sentido. Por eso, muchísimos circulan a velocidades muy superiores por esas vías, habitualmente sin darle mayor transcendencia ni tener una clara conciencia de la velocidad a la que van, o tal vez, pensando que ellos pueden conducir a esas velocidades controlando con seguridad el coche y frenar ante un obstáculo inesperado.
Pero, muy posiblemente, la mayoría desconozcan que si un coche atropella a un peatón a tan solo 30 km por hora, este sufre un traumatismo importante, inicialmente sobre la pierna que golpea con la parte inferior del vehículo, después sobre la cadera, brazo y hombro al caer sobre el capó, inmediatamente después la cabeza golpea contra el parabrisas y posteriormente el cuerpo sale volteado chocando otra vez contra la parte delantera del coche y finalmente con el suelo, sobre el que se desliza hasta detenerse. En definitiva, se produce un politraumatismo, que dependiendo fundamentalmente de la velocidad a la que se produzca el accidente y de la edad del atropellado, más grave en los mayores de 60 años, puede producir múltiples lesiones y la muerte.
Según diversas investigaciones y estudios internacionales, entre los que destacan los de la Organización Mundial de Salud y los de la Dirección General de Tráfico (DGT), la probabilidad de que un peatón o un ciclista muera, al ser atropellado por un coche, aumenta con la velocidad a la que se produce el accidente. Así, a 30 km/h la posibilidad de que se produzcan heridas mortales ya es del 10% y si la velocidad del vehículo es de 40Km/h el riesgo de muerte del atropellado aumenta hasta el 50%, mientras que a 50 Km/h la probabilidad de morir es del 80% y a partir del 60 km/h ya es prácticamente del 100%. Riesgos que se pueden comprender mejor si tenemos en consideración que una colisión a 50 km/h equivale a caer desde un tercer piso y si la velocidad fuera de 100 km/h, la altura de caída sería la equivalente a un décimo segundo piso.
Tener presentes estos datos, desconocidos para la gran mayoría de los conductores, puede aportar una valiosa información que ayude a entender los peligros y la gravedad de las lesiones que se pueden derivar de un atropello.
Por otra parte, la velocidad excesiva o inadecuada, que es la causa principal en los siniestros mortales, actúa además como un factor que puede agravar de forma muy significativa los daños que se generan por otras causas que asimismo favorecen que se produzca un accidente, fundamentalmente la invasión de la calzada por un peatón; las distracciones, sobre todo originadas por estar mirando el teléfono móvil y, también cuando el conductor está bajo los efectos de las bebidas alcohólicas u otras drogas. En este último sentido, los datos de las autopsias de conductores fallecidos en accidentes de tráfico en 2020 indican que el 48,7% habían consumido algún tipo de drogas o psicofármacos, pero sobre todo bebidas alcohólicas: el 61% dieron positivas a ellas.
Las drogas favorecen que ocurran accidentes porque causan, entre otras muchas acciones sobre las capacidades para conducir: disminución de la atención; pérdida de concentración; alteración de la coordinación y de las habilidades motoras y sensitivas; un aumento del tiempo de reacción y una falsa sensación de control de la velocidad; así como una desinhibición y exceso de confianza en sí mismo al conducir. Disfunciones que empeoran aún más si produce somnolencia o alteraciones de la capacidad visual, en particular visión en túnel y deslumbramientos, que son alteraciones propias del consumo de bebidas alcohólicas, sedantes y cannabis.
Por todo esto, conducir a una velocidad adecuada, respetando los límites permitidos y no consumir drogas, ni siquiera alcohol, aunque sea en cantidades legales, son acciones que ayudan a evitar accidentes y a que se reduzcan sensiblemente las lesiones y las muertes derivadas de ellos, tanto de los propios conductores, como de otros pasajeros, peatones y ciclistas. La DGT señala que, si se circula respetando los actuales límites de velocidad en vías urbanas, se reduce un 80% el riesgo de que se produzca la muerte de un peatón como consecuencia de un atropello.
Dr. García Basterrechea
Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Murcia
Especialista en Medicina Interna por la Universidad de Murcia