La adicción o dependencia a drogas es una enfermedad crónica del cerebro, con tendencia a las recaídas. Se caracteriza por la búsqueda y el consumo de una droga, sin capacidad de control, aun cuando ello lleve a la persona, en ocasiones, a conductas o actuaciones que pueden repercutir gravemente sobre su vida.
Para poder responder a la pregunta del por qué unas personas son adictas y otras no, es necesario tener presente que la dependencia de drogas es una enfermedad y por ello, como toda enfermedad, no es elegida por la persona, sino que unos la padecen y otros no. Es decir, no es adicto quien quiere sino quien “puede”, o lo que es lo mismo, a quien le toca. Nadie, cuando prueba una droga, desea ser adicto ni se plantea que vaya a tener problemas por consumir. Este pensamiento es favorecido por el hecho de que la mayoría de las personas controlan o al menos no tienen repercusiones aparentes por consumir una droga, lo que suele inducir a no pensar en los riesgos y a considerar que no ocurrirá nada si se consume.
Sirva como ejemplo que un 95% de los españoles han consumido alguna vez bebidas alcohólicas y en su mayoría no han tenido problemas significativos. Sólo un porcentaje del 5 al 8% de ellos terminan siendo adictos a lo largo de los años.
Probar una sustancia por vez primera es una decisión personal y no existe ningún factor exclusivo que sirva de aviso o que sea indicativo de lo que va a pasar posteriormente. Saber cuál es la causa de que existan personas que consumen y no pueden controlar y otras que haciendo aparentemente lo mismo sí controlan, es motivo de investigación constante, y aunque se dispone de copiosa información que permite dar respuesta a múltiples cuestiones, todavía existen otros muchos interrogantes pendientes de aclarar para conocer completamente los factores que determinan que un individuo, tras iniciar el consumo, progresivamente lo haga de manera desadaptativa y termine convirtiéndose en un adicto.
Etiopatogenia: causas de la adicción
El desarrollo de una adicción o etiopatogenia es la consecuencia de diversos factores que interaccionan entre sí en el cerebro. En particular, están implicado factores familiares, socioculturales y medioambientales, que junto a factores de vulnerabilidad biológicos (genéticos y de personalidad), cuando se consume una sustancia adictiva de forma repetida, dan lugar a una serie de procesos bioquímicos y conductuales que modifican el circuito de recompensa cerebral y dirigen progresivamente la vida de una persona.
Factores familiares, sociales, culturales y ambientales
Estos factores son muy diversos y actúan tanto favoreciendo el inicio del consumo como, una vez establecida la adicción en su mantenimiento. De ellos hay que destacar:
- El primero y tal vez el más importante es la familia y el hogar, lugar en el que se desarrollan los primeros años de vida y la adolescencia de la mayoría de las personas, donde se produce el primer contacto con el mundo y se genera el cariño, el apego con los padres, la capacidad de tolerancia a las frustraciones, el aprendizaje y la adquisición de habilidades para controlar el estrés, autoafirmación y seguridad; competencias que facilitarán las conductas de relación con otras personas e iguales. Por ello, dificultades en el desarrollo a este nivel y sobre todo cuando existen problemas afectivos importantes, violencia física o psíquica, ausencia de control, límites difusos o ausentes (más frecuentes en familias desestructuradas), se ha demostrado que son circunstancias que pueden favorecer las posibilidades de consumo y la instauración posterior de la adicción, más aún si coinciden con un ambiente de tolerancia o de consumo y abuso de drogas.
- La existencia de un entorno social, en el que sea habitual el consumo de drogas, sobre todo cuando este consumo se produce en la familia, grupo de amigos o compañeros, es el mayor factor de riesgo a la hora de fomentar el inicio del consumo, en particular en la adolescencia, época en la que se dan múltiples situaciones nuevas: el cambio de escuela al instituto o centro de formación profesional, los nuevos conocidos, una mayor dificultad de los estudios, etc., situaciones que pueden producir ansiedad, acoso, miedo al rechazo o necesidad de integración en el grupo de iguales. Estas circunstancias pueden ser determinantes para comenzar a consumir ya que además coinciden con la edad habitual de inicio del consumo de las sustancias legales, en particular alcohol y tabaco a los 14-15 años, sustancias de iniciación y que en muchos casos pueden ser a su vez un peldaño en la escalera hacia el consumo de otras drogas como cannabis, anfetaminas, drogas de diseño y cocaína.
Durante este periodo de la adolescencia se suelen producir deseos de experimentar con drogas, bien por hacer algo prohibido, bien por ser popular o por sentirse mayor a la edad cronológica. Otras veces es la presión de grupo y el no ser diferente lo que les conduce a probar una sustancia, iniciar apuestas con dinero o cualquier otra conducta de riesgo, habitualmente con escasa percepción del riesgo adictivo que conlleva.
Cuando estos consumos iniciales, esporádicos y experimentales, dan lugar a experiencias placenteras como desinhibición, aumento de la comunicabilidad o simplemente el placer de hacer algo prohibido o estar menos aburrido, se favorece que el consumo se repita días o meses más tarde, normalizándose progresivamente, bajo el influjo de ideas erróneas y fantasías del tipo: “es normal, todos lo hacen”, “por una vez no pasa nada”, “soy joven”, “hay que vivir”, etc. Todo ello facilitado además por las escasas alternativas municipales de ocio saludable en los fines de semana, la disponibilidad de dinero y también la “publicidad” en canciones o películas, la imagen de personas relevantes o la alta facilidad de acceder a las drogas y salones de apuestas.
Dr. García Basterrechea
Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Murcia
Especialista en Medicina Interna por la Universidad de Murcia