El consumo de drogas está directamente relacionado con factores socio culturales como la oferta, publicidad, accesibilidad y la permisividad social, donde modelos de personas relevantes (artistas, políticos y personajes del mundo de la cultura) favorecen el inicio del consumo, máxime cuando el ambiente donde se desarrolla el joven, en general es de uso y consumo abusivo cuando no adictivo de tabaco, alcohol, cannabis, etc.
Así mismo, la ausencia de límites claros en la educación de los niños y jóvenes, favorece el desarrollo de personalidades donde la impulsividad y la baja tolerancia a la frustración son habituales y un caldo de cultivo para posteriores trastornos conductuales y secundariamente para el consumo de diversas sustancias.
Si a lo anterior sumamos la escasa percepción que existe sobre el riesgo del consumo de algunas sustancias; el desconocimiento de su capacidad adictiva y la presión de grupo donde los amigos ya consumidores, es normal que se inicie el consumo, al principio generalmente bebidas alcohólicas o tabaco y posteriormente algunos prueban el cannabis u otras drogas. Cuando estos consumos iniciales, esporádicos y experimentales dan lugar a experiencias placenteras (desinhibición, aumento de la comunicabilidad, etc.) o simplemente el placer de hacer algo prohibido o estar menos aburrido, se favorece que el consumo se repita en días o meses posteriores y progresivamente se va normalizado, al menos en ciertas situaciones, a veces justificándolo con frases o comentarios como: “es normal, “todos lo hacen”, “por una vez no pasa nada”, “yo controlo”, “soy joven, ya lo dejaré”, etc.
El consumo de estas sustancias con capacidad de producir placer, actúa activando el área dopaminérgica del cerebro, también denominada de recompensa, y genera alteraciones de la síntesis, liberación, acción y metabolismo de diversos neurotransmisores, que en personas vulnerables puede ser determinante para que se desarrolle un proceso adictivo o dependiente.
La vulnerabilidad tiene dos componentes, uno genético (predisponente) y otro psíquico (favorecedor), en donde la existencia de una psicopatología asociada o de un trastorno de personalidad, que en opinión de muchos expertos es el factor determinante en la enfermedad adictiva. En diferentes estudios encontramos que la comorbilidad o patología dual (patología adictiva más otro trastorno mental o del comportamiento) se produce aproximadamente entre el 55% y el 70% de pacientes.