Las reuniones sociales, comidas de empresa y celebraciones familiares durante la Navidad, son una época que se asocia a la felicidad, alegría y fiesta. Pero todas ellas son situaciones vinculadas, en nuestra cultura, al consumo de bebidas alcohólicas y otras drogas, que pueden ser la causa de accidentes y múltiples repercusiones sobre la salud y la vida familiar. Estas reuniones y fiestas, cuando ocurren en adictos que están abstinentes, pueden desencadenar episodios de ansia intensa de consumo (“craving”) y, si llegan a consumir, suelen conducir a una recaída. Entre los motivos para que esto ocurra se pueden destacar:
- Deseo de disfrutar de la fiesta y pensar “me lo merezco”.
- La presión externa y la insistencia de amigos y familiares para tomar una copa. “Por una no pasa nada”.
- Estar o sentirse solo.
- Añoranza de seres queridos que ya no están.
- Querer evadirse de una realidad que no le gusta o mecanismo para soportar la ansiedad, el dolor físico, psíquico o el estrés.
- Comidas o cenas familiares que se inician con mucha ilusión y felicidad pero que por diferentes motivos se van complicando y acaban en discusiones acaloradas, que terminan siendo un factor de riesgo de recaídas.

En estas u otras situaciones, el beneficio dura unas pocas horas, pero, cuando se es adicto o dependiente al alcohol, el mero hecho de permitirse la ingesta de alguna bebida alcohólica actúa como desencadenante para seguir bebiendo sin poder ya controlar. Además, hay muchas personas que sin ser adictas al alcohol, cuando beben, este actúa de detonante para después consumir cocaína. Lo que no sucederían si previamente no hubieran tomado bebidas alcohólicas.
Por otra parte, estas fiestas son el momento en el que muchos jóvenes tienen los primeros consumos de drogas (legales: alcohol o tabaco, o ilegales: derivados del cannabis y cocaína), ya que aprovechan la mayor libertad y relajación de los padres para tener experiencias nuevas.
Estos comportamientos están habitualmente estimulados e inducidos por amigos o conocidos, ya iniciados en el consumo, y que actúan, al igual que en las enfermedades infectocontagiosas, como agentes necesarios para propagar la enfermedad; y aunque muchos jóvenes, incluso algunos padres, piensen que estos consumos puntuales son inocuos o de poca trascendencia, considerando que un consumo no causa una adicción, sí es conveniente saber que ese consumo experimental puede ser trascendente, porque si se asocia a situaciones placenteras.
Es habitual que esto posteriormente conduzca a nuevos consumos -generalmente con la percepción, errónea, de que es ocasional, que “controlan”, que no van a “engancharse”- pero una cosa son los deseos y otra la realidad: se sabe cuándo se empieza a consumir, pero no como se va a acabar en un futuro. Nadie cuando inicia el consumo de una droga, la que sea, desea terminar siendo adicto a ella, si bien la conjunción de múltiples factores, sociales, personales y genéticos, serán causa de que un porcentaje de los que consuman por primera vez terminen siendo esclavizados por la droga consumida, sin ser capaces de controlar.

Alcohol. ¿Qué podemos hacer?
Los padres.
- Predicar con el ejemplo, evitando que el consumo de alcohol y otras drogas como el cannabis, sean parte social y cultural de nuestra vida personal o familiar.
- Informar a los hijos de los riesgos, sin alarmismo, pero con concisión y claridad.
- Conocer y controlar a los amigos con los que se relacionan, con nula tolerancia a cualquier episodio de consumo.
- No minimizar los riesgos.
En general (toda la sociedad).
- Tener presente que no hay ningún consumo de alcohol que sea saludable.
- Evitar beber alcohol y si se hace, hacerlo de forma ocasional, no diaria, bebiendo menos de 15-20 gramos si es mujer y menos de 35-40 gramos (1 litro de cerveza o 3 copas de vino) si es hombre.
- Beber lentamente.
- No consumir bebidas de alta graduación ni chupitos.
- Alternar bebidas con y sin alcohol.
- No prolongar las comida o cenas, en particular si van acompañadas de consumo continuado de bebidas alcohólicas.
- No conducir ni ir de pasajero con un conductor que haya bebido.
Aquellas personas que tienen problemas de consumo de alcohol o drogas.
- Evitar exponerse a situaciones de riesgo o en las que se sabe que se puede beber en exceso.
- Si no se puede evitar la situación de riesgo, anticiparla para planificar la manera de afrontarla.
- No olvidar que cuando se tiene una enfermedad (adicción), no es posible controlar el consumo.
- Tener presente los motivos por los que se ha dejado de consumir.
- Mantener la alerta y no fantasear con la posibilidad de controlar.
- Saber rechazar una copa: decir no, con firmeza y sin excusas.
- Ocasionalmente, cuando no es posible eludir la situación de riesgo y no se está seguro de sí mismo, se puede valorar la utilización, siempre bajo prescripción médica, de fármacos disuasores del consumo de bebidas alcohólicas.
Dr. García Basterrechea
Doctor en Medicina y Cirugía por la Universidad de Murcia
Especialista en Medicina Interna por la Universidad de Murcia
